miércoles, 13 de mayo de 2020

REFLEXIONES DOCENTES EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS


A partir de un seminario online impartido por Mar Romera y como Maestra de Pedagogía Terapéutica, en estos meses de incertidumbre, cambio y adaptación que ha “puesto en jaque” al sistema educativo, al menos al que conocemos, me han surgido preguntas, que no siempre respuestas, sobre nuestras actividades profesionales y me gustaría compartirlas. Para ello, partamos de las siguientes premisas:

En estos tiempos difíciles por tantísimos motivos, hagamos un “guiño” al optimismo y aprovechemos la oportunidad para el cambio. Rentabilicemos el tiempo y no nos dejemos llevar por el pesimismo.

Tal como diría Albert Einstein “en medio de la dificultad yace la oportunidad”. Al comienzo de esta situación cuando se pararon de forma súbita las actividades lectivas presenciales hubo que ingeniar un nuevo “sistema” de atención a alumnos y familias que ha llevado su tiempo asentar y sistematizar. 

Ahora que va pasando el tiempo y podemos ir acomodando y gestionando emociones, que vamos pudiendo tener una visión con perspectivas sobre nuestros propios sentimientos, que vamos organizando y gestionando mejor las dinámicas familiares y profesionales, vale la pena pararse.

Normalmente, el ritmo de la vida, esa vorágine en la que estamos inmersos no nos permite parar para realizar algunas tareas muy necesarias, a mi entender, para un docente pero siempre relegadas a un segundo plano desde las instituciones. Pero… ¿cuáles son esas tareas? Podríamos imaginarnos ahora mismo leyendo esto que la situación es propicia para…Para la REFLEXIÓN. Pero… ¿sobre qué? Cabría pensar en diversos temas, pero todos con un denominador común: COVID-19.

Sin embargo…, vayamos a lo nuestro, a nuestro campo, a la EDUCACIÓN de niños; en lo que realmente somos especialistas. El objetivo es parase a reflexionar, dejar de HACER para SER en consonancia y sin contradicciones con nosotros mismos, desde el respeto a nuestros ideales, a los niños y a la sociedad siempre teniendo como estandarte la sinceridad y la seriedad porque no se trata de redactar un documento sino de hacer un proceso de construcción personal que nos mejore como docentes. El fin no es “hacer nuestras” ideas y voluntades ajenas sino generar unas nuevas o rescatar algunas viejas olvidadas, que, por qué no podrían coincidir con las de otros.

Este escrito pretende ser una propuesta para plantearnos preguntas. Preguntas que no necesariamente han de llevarnos a una misma respuesta, siguiendo a Freire practiquemos en nosotros mismos la “pedagogía de la pregunta”. Porque la pregunta puede que nos lleve a la respuesta pero cuando la respuesta viene del exterior probablemente no responda nuestras preguntas.



Tal y como expone Whitmore (2012), “sólo puedo controlar aquello de lo que soy consciente. La conciencia lleva a la habilidad”. Una pieza clave para mejorar es el autoconocimiento.

Partamos de las siguientes ideas para este complejo trabajo de hacernos preguntas:
  •        La Declaración Universal sobe los derechos humanos (declaración que España ratificó) señala en su Artículo 26 en el punto 1 que “Toda persona tiene derecho a la educación…”.
  •       La Convención sobre los derechos del niño (CDN), un tratado internacional adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989, señala en su Artículo 28: “1. Los Estados Partes reconocen los derechos del niño a la educación….”.
Queda bastante claro que la educación es un derecho. Pero, ¿qué es educación? Y por extensión ¿qué es educar? Esta es la primera pregunta que debemos hacernos y una vez definido el qué podremos preguntarnos el cómo.

Partiendo de las acepciones de la RAE sobre esta palabra que se ajustan al campo educativo encontramos que educar es:
1.       tr. Dirigir, encaminar, doctrinar.
2.       tr. Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.
5.    tr. Enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía.

El punto 2 del Artículo 26 de la Declaración Universal de los derechos humanos señala que “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana…” y concretando más, la CDN en su Artículo 29: “1. Los Estados Partes convienen en que la educación del niño deberá estar encaminada a: a) Desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física del niño hasta el máximo de sus posibilidades;[…] d) Preparar al niño para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de los sexos y amistad entre todos los pueblos, grupos étnicos, nacionales y religiosos y personas de origen indígena;…” (FUENTE: UNICEF COMITÉ ESPAÑOL (2006). Nuevo Siglo).

Podemos también, apoyarnos en definiciones que han hecho los grandes, siguiendo la línea que hemos tomado, basémonos en Freire.
  •        Otra de las convicciones propias del docente democrático consiste en saber que enseñar no es transferir contenidos de su cabeza a la cabeza de los alumnos. Enseñar es posibilitar que los alumnos, al promover su curiosidad y volverla cada vez más crítica, produzcan el conocimiento en colaboración con los profesores”.
  •        Educar es impregnar de sentido todo lo que hacemos en cada momento”.
Estos son algunos ejemplos de lo que significa educar, pero hay muchos más, diría que hay uno por cada educador o docente, lo que sucede es que, a lo mejor,  no hemos “descubierto” nuestra propia definición. Por ello, se lanza una invitación para su realización, porque es el puerto de partida de este viaje.

Cuando pensamos en qué es educar hay que pensar irremediablemente en el modelo de escuela que tenemos. Y la reflexión aquí es dura, fijémonos en la siguiente imagen: 

FRATO 70

Y a partir de aquí como siempre, cabe hacerse preguntas que podrían ser:
  • ¿Estamos inmersos en un modelo de escuela que pone al alumno en el centro del aprendizaje para que busquen su plenitud en lugar de buscar el falso “éxito”?
  • ¿El modelo de escuela en el que seguimos trabajando es prácticamente el mismo desde 1970 en el que hemos incluido algunos contenidos o metodologías llamadas “innovadoras” que puedan ser un espejismo de evolución?
  • ¿La escuela que hacemos se adapta a las exigencias y cambios sociales que son parte de nuestra realidad?
  •          ¿Seguimos inmersos en un modelo de escuela mecanicista que fabrica obreros?
  • ¿Cómo vamos a provocar cambios en los alumnos, en la sociedad,…si nosotros seguimos haciendo lo mismo?
  • ¿Somos los maestros mediadores del aprendizaje de nuestros alumnos y por ello, los acompañamos confiada y serenamente ajustándonos a su ritmo de aprendizaje sin presionarles o seguimos pensando que este tiempo de confinamiento ha sido perdido? ¿por qué estamos preocupados por estos 2 o 3 meses cuando los mejores platos se cocinan a fuego lento? Y más cuando en ocasiones por cumplir currículos impuestos o metas autoimpuestas estamos realmente perdiendo 9 meses.
  • ¿Por qué damos tanto valor a los deberes, al libro, al temario,… en una situación única donde tenemos la realidad cotidiana para enseñar y aprender?
Podemos pensar que esto se refiere a otras etapas educativas, PRIMARIA, SECUNDARIOA y a toda la educación postobligatoria o como mucho al 2º ciclo de EDUCACIÓN INFANTIL. Pero,  ¿en el 1er ciclo de EDUCACIÓN INFANTIL no formamos parte del sistema?, ¿no somos partícipes en cierta medida?

Pensemos en la rigidez, o no, de nuestro sistema educativo. Siguiendo a Beltrand Russell: “el mundo necesita mentes y corazones abiertos, y éstos no pueden derivarse de rígidos sistemas, ya sean viejos o nuevos”.   

Todo esto nos pueden llevar a tomar conciencia y a otras muchas preguntas relacionadas con el ¿cómo enseñamos?

En este punto, en el cómo enseñamos, entran en juego nuestras competencias docentes, estrechamente relacionadas con las prácticas educativas dentro del aula. Pero todas estas competencias docentes propias de cada uno de nosotros, maestros y educadores, tienen en sus cimientos tres pilares básicos que, por un lado, debemos conocer y que, por otro lado debemos cuidar. Estos pilares son:
  • Formación pedagógica: conocer la historia de la educación y de la escuela a través de, por ejemplo, Freire, Freinet, la Escuela Nueva, la Escuela Moderna y muchos más. Conocer también las tendencias y las aportaciones actuales de la neurociencia, de la tecnología, aprendizaje cooperativo….
  • Habilidades intra e interpersonales: autoconcepto, autoestima, autogestión, autonomía, entre las intrapersonales; habilidades sociales, comunicación, escucha, empatía, de las interpersonales y tener siempre en consideración la gestión emocional y los valores propios.
  • Siguiendo la idea de que somos un modelo para nuestro alumnado debemos de tener un buen conocimiento cultural.
Ahora bien, vayamos a las COMPETENCIAS DOCENTES. Cabría hacernos, de nuevo, preguntas. ¿Cuáles son estas competencias?
  • Organizar y dinamizar situaciones de aprendizaje. Reflexionemos sobre lo que hacemos y cómo lo hacemos:
-          ¿En qué bases psicopedagógicas, que tan interiorizadas tengo, apoyo mi trabajo?
-          ¿Qué prácticas educativas “heredadas” llevo a cabo de manera inconsciente? (esas prácticas con las que nos han educado a nosotros y reproducimos de forma sistemática sin apenas pensar en ellas porque pareciera que casi forman parte de nuestro genoma).
-          Y en consecuencia ¿Qué estilo educativo o combinación de qué estilos educativos llevo cada día al aula? ¿Asertivo, punitivo, democrático, sobreprotector…?
-          ¿Qué lenguaje, tanto verbal como no verbal, uso en las interacciones con mis alumnos?
-          ¿Con qué recursos internos me “enfrento” a la tarea docente: escucha activa, asertividad, retroalimentación…?
-          ¿Planifico las sesiones de aprendizaje correctamente?
-          ¿Mis actuaciones en el aula se ajustan a las necesidades del alumnado?   
  •    Diseñar dispositivos de diferenciación.
-          ¿Hago una educación que se adapta las necesidades de mis alumnos?
-          Es decir, ¿personalizo la educación? Entendiendo así necesidades como cada una de las particularidades personales de los alumnos que los hacen únicos.
-          ¿Potencio lo mejor de cada uno de los alumnos para que puedan construir la mejor versión de sí mismos?
  • Acompañar serena y confiadamente respetando el tiempo que se necesita para crecer de forma tranquila.
-          En definitiva, ¿educo desde el RESPETO sin forzar situaciones para las que mis alumnos no están preparados?
-          Ser conscientes de los “ojos” con los que miramos a cada uno de nuestros alumnos y a sus familias. ¿Prejuicios?
-          Escuchar a los alumnos es pensar desde el cerebro del que aprende, por eso,  ¿escucho a mis alumnos?
  • Evaluar al alumnado, no calificar.
-          ¿Hago una evaluación cualitativa de las competencias que mis alumnos van adquiriendo, y comparándolos con su punto de partida, o simplemente en base a un baremo establezco si el alumno está en la media, o desfasado?
-          En la evaluación, ¿reflejo sus fortalezas y sus puntos débiles?
  •    Trabajo en equipo.
-          ¿Trabajo en equipo con mis compañeros buscando el equilibrio entre las fortalezas de cada uno?
-          ¿Participo en la gestión de la escuela?
  •    Informar e implicar a las familias, siendo ésta el primer núcleo de socialización del alumno y grupo fundamental de la sociedad.
-          ¿Recibe la familia, por mi marte y en la medida de mis posibilidades, la asistencia necesaria para asumir sus responsabilidades?
-          ¿Considero a la familia como un valor añadido a la escuela?
-          ¿Hago sentir a las familias que son parte del proceso y no sólo del resultado? 
  •    Afrontar los deberes y los dilemas éticos de la profesión.
-          ¿Trabajo desde el RESPETO a uno mismo sin forzar situaciones para las que no estamos preparados?
-          ¿Qué me atormenta? Que no haya trabajado tal o cual contenido o cómo están mis alumnos, qué les preocupa, qué les pasa…
-          ¿Enseño lo que soy o lo que sé?
  •          Formación continua.
-          ¿Soy capaz de desaprender?
-          ¿Es necesario desaprender para volver a aprender?
-          ¿Qué capacidad de “aprendibilidad” tengo?
  •          Ideas y valores.
-          ¿Soy un mero trabajador que cada día van a su puesto de trabajo, “echa” sus horas y se va?
-          ¿Hago algo que me gusta y por ello le pongo pasión y dedicación?
-          ¿Cómo vivo mí día a día en el aula?
-          ¿Me comporto de forma flexible y con la mente abierta?

Y otras tantas competencias que se podrían añadir a la lista como la flexibilidad, el respeto…. Hagamos un esfuerzo y añadamos las que nosotros, cada uno, considere adecuadas. De nuevo, hagámonos preguntas: ¿cuáles son las competencias docentes?

A partir de estas reflexiones y de otras, podremos construir nuestro propio “YO” y llevárnoslo a las escuelas para, de esta manera, poder trabajar tal y como vivimos, en consonancia con nuestras creencias e ideales formando así parte de nuestro proyecto de vida. “No puede haber felicidad si las cosas que creemos son distintas a las que hacemos” F. Stark



Y siguiendo a Freire: “la EDUCACIÓN es un acto de amor, por tato, un acto de VALOR”. Por eso, tened valor, valor para plantearos estas cuestiones u otras “tomando así las riendas” de la situación y poniendo los intereses de los niños por encima de cualquier otro.

Merece la pena anotar estas reflexiones, pues es un trabajo al que siempre podemos recurrir en momento de dudas y para chequear nuestros trabajo e incluso para replantearnos creencias e ideales o filosofías que evolucionan con nosotros a medida que crecemos.

Nuestras reflexiones del ¿cómo?, ¿cómo educar?, por supuesto, nos llevarán por tanto a reflexionar sobre las definiciones de educador, maestro, profesor… Pero eso, será otro post.



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